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Espacios Suspendidos - Addendum

Reflexiones sobre el fenómeno de lo inconcluso, lo monumental, el abandono y la apropiación

(texto de 2013)


Rumbo a las 6 de la tarde, 1.5 horas antes de oscurezca por completo, 3 personas vamos en una lancha de motor dirigiéndonos hacia lo que en el pueblo se conoce como ‘el hotel abandonado’. A lo lejos, conforme nos acercamos, va creciendo a la vista un complejo que, coronado por una torre, parece ser mucho más grande de lo que la imaginación podría haber figurado, aún después de escuchar la historia de poder, megalomanía y corrupción territorial detrás de este lugar.


Al llegar a un punto donde la lancha ya no puede avanzar más debido a la escaza profundidad del agua, nos vemos forzados a bajar y atravesar, equipo fotográfico en hombros, el resto de la laguna a pie. Nuestro guía dice no encontrar la entrada… la naturaleza ha reclamado el sitio a grado tal que él, que ha estado en este lugar en diversas ocasiones, no encuentra el acceso. Ciertas historias que hemos ido escuchando, sumadas al aislamiento absoluto de este lugar, hacen que se perciba una fuerte tensión. Finalmente, nuestro guía, machete en mano, encuentra la entrada y lo seguimos.


Mientras abre camino nos dice que tengamos cuidado con donde pisamos porque podría haber pequeños cocodrilos (a pesar de que estos originalmente no habitaban esta zona). Estos nuevos habitantes llegaron, de acuerdo a los testimonios de algunos habitantes, cuando el gobernador, después de expropiar tierras ejidales decidió construir, entre otra serie de excentricidades, un cocodrilario dentro de lo que podría haber llegado a ser uno de los complejos hoteleros más grandes del país, en caso de haber sido terminado. Un día la laguna creció, y los habitantes encapsulados escaparon.

Finalmente, atravesamos un puente de piedra que cruza sobre la fosa que una vez contuvo a estos animales foráneos, y observamos parte del complejo. Al parecer es tan grande que en las poco menos de dos horas disponibles, será imposible visitarlo y fotografiarlo todo.


Al dirigirnos desde el acceso hacia a la plaza principal, escuchamos fuertes sonidos de golpes metálicos… Mientras mis acompañantes entran a la plaza y gritan para indagar sobre la causa el ruido, comienzo a acomodar tripie y una cámara 4x5, y comienza así también una carrera contra el tiempo para recorrer el complejo que, mitad reclamado por la naturaleza, se asemeja más a un laberinto que a un hotel…

Hacia el final del recorrido, estando en lo alto de la torre que corona el complejo, en un sitio ausente de protección contra una posible caída observamos a lo lejos, entre la densa vegetación, una persona que carga sobre los hombros recortes de lo que, de haberse concluido este complejo, habría funcionado como un barandal. Al parecer, aquellos golpes ominosos no eran más que los de un persona que reclamaba parte de lo que antes le quitaron… De acuerdo con los distintos fragmentos testimoniales, un par de meses antes de ser concluido por completo este complejo hotelero, el gobernador, dueño e inversionista principal, fue encarcelado por narcotráfico. Aún así, la construcción continuó por más de dos meses, sin que los trabajadores fueran avisados, y sin que un solo peso de estas obras finales les fuera retribuido. Así, poco a poco, este complejo, que estuvo a punto de ser inaugurado y haberse convertido en una catástrofe ambiental, va siendo poco a poco devorado por naturaleza y hombre, cada uno reclamando lo propio… un complejo que muestra, en múltiples niveles, que el progreso a veces sucede en sentido contrario a lo que la modernidad suele vender, y frecuentemente, imponer.

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Si bien al comenzar a desarrollar ‘Espacios suspendidos’ tenía una idea relativamente clara sobre algunas de las implicaciones económicas, sociales e incluso políticas que podrían tener muchos de estos lugares, el desarrollo del proyecto y la constante exploración física de ellos, algo no ausente de una frecuente sensación de peligro, me han llevado a formularme una serie de preguntas y derivado en reflexiones, algunas de las cuales trato de explorar en este texto.


Por un lado, si bien ‘Espacios suspendidos’ explora una clase de abandono arquitectónico distinto al abandono ‘común’, incluso esta segunda clase ha ido generando un mayor interés personal, debido especialmente a la cada vez mayor presencia que esta clase de imágenes tiene en los medios, con un énfasis claro en la fotografía. ¿Qué es lo que provoca que la idea del abandono sea tan explorada y explotada? ¿Por qué la imagen de un lugar desierto, erosionado y derruido resulta tan atractiva para tantas personas, en tantos entornos tan distintos?


La idea de abandono, potenciada por el carácter directo y primitivo de la imagen, parece provocar una serie de reacciones también primales en el espectador, muchas de las cuales adquieren una potencia aún mayor en el entorno de incertidumbre mundial que vivimos. No es una casualidad que incontables series de televisión, películas y cada vez más series fotográficas, además de movimientos como el Urbex (exploración urbana), se desarrollen en escenarios de apariencia post-apocalíptica.


Además de las fuertes resonancias emocionales e históricas que imágenes de esta clase generan, remitiendo por un lado a (reales o imaginarias) historias de vida y habitación de estos espacios, y por otro a escenarios catastróficos como conflictos bélicos y desastres naturales, esta segunda clase de ideas remueven a su vez memorias de inseguridad y/o dolor, y tal vez precisamente debido a la suma de todo ello es que la idea del abandono acabe transmitiendo, paradójicamente, una emoción de dos caras, causando en quien las ve tanto nostalgia como miedo e incertidumbre, o incluso, melancolía.


Una segunda paradoja que surge a la hora de analizar la idea de incertidumbre, es que ésta probablemente no sea rehuida por el espectador, sino que podría ser incluso anhelada. La incertidumbre no necesariamente representaría una emoción negativa, sino que en ocasiones podría significar una especie de válvula de escape ficticia, un escenario cercano al término ‘Estado de la naturaleza’ discutido por Thomas Hobbes o John Locke. Un estado donde se ha diluido la noción de autoridad, de gobierno, de ley y de contrato social, y un regreso por tanto a un estado más primario de relación humana, natural y, otra vez, social. De nuevo, no es una casualidad que el incremento en el interés y/o atracción hacia esta clase de escenarios, surja en un momento histórico de gran incertidumbre, y en donde grandes sectores de la población expresan un gran descontento con el estado de las cosas, y el prospecto de futuro social, económico, ambiental, y hasta alimentario. En un mundo donde la privacidad es cada vez es más reducida, donde las formas poder y de control ejercidas por gobiernos y grandes corporaciones crecen y se multiplican, donde la disparidad en la distribución de recursos y oportunidades y por tanto la diferencia de clases sociales parecen incrementarse (y con ello las diferencias de poder), y donde los efectos de las políticas ambientales (o su ausencia) cada vez tienen un mayor impacto tangible, la idea de un escape, una especie de tabula rasa, o una revolución cultural, parece representar un prospecto en ocasiones más atractivo que repulsivo, aún cuando esto suponga una verdadera catarsis/crisis humana -un sacudimiento a gran escala-. Todo esto es, por supuesto, en buena parte ficticio, y sin embargo ayuda a entender el aparente poder seductor de la idea de abandono.


Se explicaría así también, porque este poder de seducción se multiplica a la hora de intersectarse con lo monumental. Es indiscutible que la arquitectura una y otra vez es utilizada como una encarnación física del poder. Las grandes pirámides, catedrales, los grandes monumentos a líderes políticos (en ocasiones auto monumentos), arquitecturas del sometimiento o las carreras por la altura del siglo XX y ahora del siglo XXI, son sólo algunos ejemplos de cómo el poder se ve reflejado en la arquitectura, y como la voluntad de unos pocos, o en ocasiones un solo individuo, puede dictar el porvenir de la construcción y transformación del espacio habitable y del territorio. Así, el abandono de lo monumental (o en el caso específico de los ‘espacios suspendidos’ un abandono prematuro, lo monumental inacabado), deviene entonces desde el punto de vista del poder que lo promueve una derrota, pero a la par representa también una especie de triunfo, de pequeño ejercicio de justicia, o incluso de esperanza, visto desde el punto de vista del ‘sometido’, o bien de aquel que no tiene acceso a ese concepto abstracto llamado poder. Un simbolismo que crece, irónicamente, de manera proporcional al tamaño de las aspiraciones originales de la construcción, o bien de manera proporcional al ego del individuo, grupo o institución que la ha impulsado.

De este modo, estas construcciones se convierten en verdaderos monumentos, pero que ahora sirven para recordar algo distinto a su intención original. Un monumento que, de simbolizar las ideas tras las cuales fue concebido, como puede ser la demostración del músculo económico o del poder político de un líder o una institución, o la simbolización misma de progreso, pasa a simbolizar el abuso, el derroche, el retroceso o la mala planeación, o el motivo mismo de un cambio. Monumentos pues, que deberían servir como importantes lecciones, que a diferencia de la historia escrita, son recordatorios físicos, inmóviles, visibles, constantes y en ocasiones aún rescatables. Una especie de entropía encarnada, que sin embargo bien podría, en algunos casos, revertirse.


Esta posible reversión tal vez comience con otro acto simple pero igualmente emblemático: la reclamación, (re)apropiación y/o ocupación. Y es que el hecho del fracaso original no únicamente se trata, en ocasiones como el caso del complejo hotelero arriba descrito, de un verdadero milagro ambiental o una demostración de un camino que tal vez sea mejor evitar y por supuesto repetir, sino que la transformación de estos espacios, frecuentemente iniciada por una pequeña llama encarnada en quien se apropia de ellos, representa también una oportunidad, y visto desde cierto punto de vista, una esperanza, ya sea humana o natural.

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